martes, 15 de mayo de 2012

LANTEIRA. CASTILLOS Y MINAS




El domingo 6 de Mayo nos propusimos explorar las posibilidades que existen de concretar un sendero que conecte los diferentes restos arqueológicos y mineros que definen el rico patrimonio histórico de esta villa del Marquesado. En una mañana de mayo agradable, ya que el día anterior había llovido, salimos encantados con  la siempre entrañable compañía de nuestro amigo Antonio el lanteirano, “nieto del tío Seguro”.


Eran las 11h cuando, tras charlar agradablemente con unos campesinos en el comienzo del “camino del Barrio”, nos pusimos en marcha buscando los restos que quedan del baño árabe de Harafí; y allí estaban, al borde del barranco, reducidos actualmente a  un muro de lajas de pizarra y mortero de cal. Muy cerca está, al otro lado del barranco, el Castillo del Barrio, que volvimos a visitar y disfrutar con sus muros de tapial sobre mampostería de lajas y desde el que no podemos dejar de apuntar  las buenas vistas que tiene sobre Alquife y Lanteira.
 
Continuamos camino, dirección Sur, buscando el increíble “campo minado”, nunca mejor dicho, que  actualmente esconden los pinos de repoblación. Estamos en el denominado Cerro de las Minas o Campo de Marte en el que se localizan, en unas pocas hectáreas, una increíble cantidad de escombreras, bocaminas y pozos mineros, testigos de una frenética actividad que podría abarcar desde el siglo V hasta el XIX y XX.
 


 
 En toda el área destaca “el Chimeneón”, una enorme chimenea circular de ladrillo que sobresale en el paisaje y que es el testigo omnipresente de los hornos y fundición que funcionó en el XIX.
 
 Continuamos nuestra travesía en dirección Sur; tras pasar por un magnífico puente alcanzamos el 
molino del Tío Toñillo.

 
Y un poco más arriba la “balsa nueva”, un embalsamiento  que actualmente recoge aguas de los dos barrancos más importantes, el del Pueblo y el del Barrio.

 
Continuamos hasta el molino de Pepe que fue molinero harinero y posteriormente molino eléctrico que alumbró Lanteira hasta finales de los 60, la “luz de Manuel” la llamaban los lanteiranos. A continuación llegamos al “acueducto”, una imponente obra de mampostería y arcos de ladrillo que toma el agua monte y barranco arriba y que fue una fundición más antigua aún que la del Chimeneón.
 
Seguimos ascendiendo hasta encontrarnos con la “casa de máquinas”, un gran caserón de aspecto industrial construido con materiales y técnicas ajenas a la comarca y que rápidamente identificamos como una de las centrales eléctricas construidas por las minas de Alquife para dar energía a las mismas. Un poco más arriba se encuenra el área recreativa, un sombreado paraje de aguas rumorosas que invita al caminante a comer y descansar.


En este lugar carga un canal de agua, ahora seco, que seguimos, dirección Lanteira; excavado en la roca, alimentó en períodos diferentes a la “fábrica de luz” de las minas de Alquife, el molino de Pepe y la fundición del acueducto . Finalmente el canal enlaza con una pista forestal en cuyo borde localizamos un depósito conocido por los lanteiranos como “el salto”, que no es ni más ni menos que el embalsamiento de agua para abastecer la “fábrica de luz”.
 
Treinta metros más adelante subimos un camino a la izquierda hasta el collado de Anillo Redondo, cruce de caminos, y con Lanteira debajo, descendemos hasta el campo de fútbol, atravesamos los corrales y buscamos el barranco del Pueblo, dirección Posada Piedra de la Herradura. Frente a nosotros el montículo que corona nuestro próximo objetivo, el Castillo de la Reina.
 
Admiramos esta magnífica fortaleza de los siglos VIII al XIII, y nos recreamos con los restos del poblamiento que tiene anexo al castillo y que debió ser de gran amplitud. Descendemos por la cara Noreste buscando el barrio gitano de Vistalegre para entrar a Lanteira por el puente antiguo, ascendemos y por la calle Fuerte llegamos a nuestro último objetivo, “El Fuerte”, un castillo o torre de alquería de forma rectangular que actualmente está siendo excavado arqueológicamente y que podría fecharse en el siglo XII.        





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